Diferida hastía

Nuestra señora del Rosario colgada en la pared sin empapelado, abajo tu cama, y vos sentada. Qué vas a entender. Si entendieras algo no llorarías. Él se fue y te dijo que eras como las películas de televisión abierta. Entonces quisiste detenerlo, decirle algo que lo ofendiese, un golpe bajo. Pero no te salió nada y el portazo acabó con tu derecho a réplica. Y ahí llegaron las ideas pero él se había ido y sólo podías golpear la pared hasta cansarte, correr a la cama hasta ser ínfima, hasta llorar. Y la Virgen te mira. Hasta entender, María.

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