Si acaso fuese el viento de la cola abanico de un perro el que cerró las puertas de la casa sin llaves que quise prometerte y el centro de mesa estuviese atrapado por la teoría del caos de perro contento, como si no existiesen las sombras que entraron a la casa sin llaves y la dejaron cual cáscara sin romance ni calefón encendido. Si no tuviera grasa de cerrajero en las manos, si inventase excusas, si el viento fuese de los perros.

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