Reality Shoes

Al abrir tus ojos lo que se veía venir llegó. Desnuda sobre la cama, disuelta en ocho zuecos que han sustituido al camisón. Saber que pronto pasará lo mismo con las toallas y las cortinas. Aunque todavía falta. Tal vez un día, o dos. Depende.
En el perchero descansan dos borceguíes y cinco Topper de lona. Descartás la posibilidad de vestirte con algo de eso, y abrís el placard. Las perchas babean alpargatas, el cajón de arriba es ocupado por ojotas. Y una pata de rana supera los contornos del cuarto estante, el de las remeras. No hay pantalones, únicamente botas para la nieve.
Y no es sólo la ropa. Porque en el diario íntimo, graciosos zapatitos de taco aguja ilustran las páginas. Rojos, verdes, azules. Y la confidencialidad del baño, ahora es un depósito de zapatillas. El álbum de fotos, tu video de graduación, la voz de tu vieja. Zapatos, zapatos, zapatos.
Y todavía falta reír mocasines, angustias de betún, secretos de cuero flor. Cada espacio de intimidad se apoya en un calzado. Hasta el asombro chinela.

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